Perla Zúñiga: la noche que nos dejas

La literatura está íntimamente ligada a la generosidad. Es, o más bien debería ser, un acto de entrega a lxs otrxs. Incluso en su modalidad más íntima, la diarística, se establece una suerte de diálogo proyectado al futuro. Bien se sabe que no siempre es así, que no siempre literatura y honradez van de la mano. De un lado, la literatura. Del otro, el perfil literario. La generosidad del acto se depura en la fórmula del sujeto que firma (y promociona) un texto. Rara vez se conciben en conjunto. Me muero, te quiero es el título del libro póstumo de Perla Zúñiga. Un texto atravesado simultáneamente por la enfermedad y la generosidad.

Un texto siempre es un duelo. Llevamos meses viendo el cariño de las amigas de Perla por redes, en encuentros en cafeterías y bares nos hablan de ella, le dedican canciones en las fiestas y leen sus poemas allí donde pueden. Nunca hablamos con Perla, y hemos leído Me muero, te quiero como no había otra forma, intentando conjurar un pequeño duelo simbólico: es el texto que ha quedado en la noche. Perla lo dijo así: «es la noche / quien me va a destruir. Es la noche / quien me va construir. / Vamos a destruirnos / mutuamente / cada noche».

Es difícil avanzar por la actualidad de un texto que en ocasiones parece concebirse como póstumo y, en otras, se rinde a quienes leen con un cariño que no sabemos cómo merecer. Perla, no te conocimos, ¿por qué nos regalas de esta forma tus palabras? ¿Qué compromiso quieres de nuestra parte? A veces tú misma das la respuesta («cualquier palabra de dolor está siempre en un lenguaje al que no podemos acceder»), pero que seas tú la que consuele es casi incómodo. En la búsqueda de Perla Zúñiga se parte de un gran triunfo, que es no esperar más de las palabras de lo que ellas mismas pueden darnos, y esa humildad alcanza al texto en todas direcciones. A veces los poemas abren portales a otros textos, a otros mundos no muy lejanos, aquí cerquita, en el backstage: el arte, garantía de cordura, como escribió Louise Bourgeois, comunica y proyecta. Poemas contaminados de ganas, que recogen las ansias de una creatividad desbordante, que se resiste a la enfermedad («Deseo / salir corriendo de la cama / subir a la montaña / perderme en lo blanco / y tener el tiempo de escribir / un cuento muy bonito y simple (…) En lo blanco /escribiría un cuento que refleje: / Lo bonito que es ver a un gatito bebiendo agua / de la piscina / a las 8 de la mañana»). Lenguaje y enfermedad se cruzan, se baten, se confunden. En uno de sus poemas más celebrados, QUERIDA CÉLULA ALTERADA, Perla insiste en ello: «EL LENGUAJE NO HA LLEGADO TODAVÍA». El léxico médico, en su opacidad, en su violencia; el lenguaje terapéutico, desmedido, insuficiente:

¡Ay!

otra guerrilla

campal,

bacanal

ya sabes,

el bien y el mal

¿quién va a ganar?

jajaja

¿Morir es perder la batalla?

Eres una luchadora

eres una valiente

eres una valiente luchadora

eres una luchadora valiente que lucha

eres una lucha valiente

eres una lucha.

¿Victoria es cuando funciona el tratamiento?

No esperar mucho más de las palabras, y a la vez componer con ellas un espacio seguro, una vía de evacuación del dolor. Este principio alcanza todos los versos del libro, aun en los momentos en los que se hace evidente la sensación de injusticia, porque esa frustración es confrontada con la voluntad de autoexplicarse que, en un libro publicado, termina dirigiéndose al futuro, a otres. En QUERIDA CÉLULA ALTERADA, hay incluso un análisis entre clínico y metafórico sobre el cáncer que parece estar destinado a dar metáforas a los cánceres ajenos: Zúñiga, en la mejor tradición queer, entiende que la enfermedad es también una experiencia de los cuerpos de otres y que el cáncer es un dolor del propio cuerpo contra sí mismo: afuera no están los enemigos.

Por esa razón, el poemario se concibe desde la apertura y no desde el ensimismamiento, incluso si la única alternativa es imaginar otros mundos: «la fantasía es el único refugio que nos queda / Bienvenidas a mi coto privado de ácido». El amor, la droga, la elipsis de género más allá de lo trans, la calle y mil amigas y amantes configuran toda una vida que se piensa en la enfermedad como recorrido poético. Se evitan los epítetos, la virtud insoslayable de la luchadora valiente y los lugares comunes de una literatura pensada para autoayudarse. Hay que ser muy magnánima para escribir un libro en el momento más difícil y pensarlo hacia lxs demás. El diario que cierra el libro recorre esta misma perspectiva y busca ofrecerse, sobre todo en los últimos días, en los que entiende que sus lectores están mucho más cerca de lo deseable, porque el tiempo va acabándose. Dice Mariano Blatt en el prólogo que la última frase del diario estaba pensada para dejar un consuelo a los que se quedaban en este mundo. Antes de morir, escribió: «no hay forma de expresar lo feliz que fui». En otra parte del libro, Perla escribe: «EL PUNTO DE LA NOCHE DONDE EMPIEZA EL DÍA».

Louise Bourgeois, Art is a guaranty of sanity, 1999.
, , ,

Published by